Sigo creyendo fielmente, que los niños y los ebrios siempre dicen la verdad. Y de no ser así, facilitan mucho el camino para decir aquellas cosas que tenemos miedo decir.
Una sola llamada con pocas palabras, puede causar un gran baldazo de agua fría.
-Especialmente si las palabras son las justas y dan justo en el centro-
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